viernes, 11 de enero de 2013

Tiempo y espacio en blanco = ....


Encontró entre las hojas de un libro abandonado una entrada al museo de Altamira (Santander) y empezó a inventarse a esa persona que había guardado un recuerdo para dejárselo olvidado entre las letras de una historia que comienza en un andén de una estación en un país muy alejado de esas cuevas. Una entrada gratuita del día siete de julio de 2012, un san fermín. Curiosamente en la entrada se entrevé la imagen de un toro, copia de algún dibujo prehistórico quizá.
Pensó en quien sería su dueño, sí, su dueño. Enseguida dejó atrás la posibilidad de que fuera una mujer, prefería toparse con un hombre. Un hombre vestido con tonos grises, de ojos acuosos llenos de misterio, gafas que hacen aun más plausible la idea de un ávido lector y ese aire que a ella siempre la atrae y la pierde en ensoñaciones vanas. De pronto ya está soñando con ese desconocido, con sus conversaciones, sus opiniones, sus cosas que hacer...
Se despierta y recuerda que lo que se proponía hacer era leer un rato ese libro que había rescatado de otras manos que ella consideraba menos fervientes en cuanto a la lectura. Ese que iba abandonando libros para que ella los encontrase aunque esa parte ella ni la presentía, pero así era.
Él siempre hacía lo impensable para que fuese ella y no otra la que los recogiese como pequeños seres dejados a su suerte. Siempre cumplía con el rito y se los llevaba a casa, a su cama, a su calor.  
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